Desgarro

¿Adónde va el amor cuando se acaba?

¿Cómo puede uno sentir algo que nunca antes había sentido y ser capaz de darle un nombre?

Cuando se busca un refugio en los recuerdos, todo parece más seguro. Incluso en los más melancólicos. Es una especie de escape con toques de crueldad premeditada, pero más o menos predecible.

Sin embargo, cuando hay un sentimiento inédito es como probar un sabor nuevo u oler un aroma nuevo. Lo “nuevo” es lo que desconcierta. Ante semejante angustia, hay doble desconcierto: la preocupación por escapar de aquel doloroso “nuevo” y la terrible sensación de no saber ante qué magnitud de situación dolorosa se enfrenta uno.

Desgarro.

Le puse el nombre de la única palabra que sonaba en mi cabeza una y otra vez. Desgarro.

Sonaba delicado y terrible a la vez, perfecto para describir el dolor físico interno y la delicadeza de las lágrimas.

¿Puede desgarrarse el corazón?

Ante la duda desde el punto de vista anatómico, aparece encima el pensamiento frustrante ante la ignorancia de no saber si estás cometiendo un grave delito lingüístico, intentando recuperar los pedazos de tu alma mentalmente, como si de un mosaico romano se tratase.

Empecé a pensar en las posibles causas de las enfermedades de corazón, si no se debieran la mayoría al mal de amores. Pero ¡qué egoísta todo! Hasta el sufrimiento es egoísta, porque solo entonces tuerces la cabeza hacia la dirección donde hay más personas padeciendo de lo mismo, como buscando una explicación racional para alimentar lo único que sabemos alimentar con frecuencia: el ego.

Las-dos-Fridas-obras-de-desamor-high*Las dos Fridas», de Frida Kahlo (1939)

Desgarro.

Le daré la definición de sensación de rotura física de alguna parte del corazón, mezclada con ansiedad, sudor frío, dificultad para respirar, pensamientos nublados, un ligero mareo, todo ello culminando en la necesidad de tumbarse enseguida y finalmente, romper a llorar, siendo las lágrimas el salvavidas más cercano.

He subestimado el proceso. He subestimado el poder de los sentimientos. La razón y el corazón. El corazón y la razón. Pensé por unos breves instantes en el existencialista más angustioso que conozco… Blaise Pascal, cuyo “el corazón tiene razones que la razón no entiende” me había parecido siempre una auténtica… Soy una dama, no diré la palabra que pienso realmente, pero he ignorado este tipo de sentimentalismo fácil, porque tenemos el deber de usar la razón. Es nuestro deber aquel de crear una sociedad estable, fuerte y formada. No podemos dejarnos arrastrar por las pequeñas o grandes decepciones, que de todos modos se irán, de la misma o muy similar manera que las alegrías.

¿Desgarro? ¿Y qué?

Voy a consultar el diccionario. No puedo más ante la angustia de no saber si estoy siquiera dando una interpretación decente a un sentimiento que por mucho que yo intente hacer mío, lleva existiendo desde que existe el ser humano.

¿Rotura? Todo va ligado a los músculos. “Descaro, desfachatez, presunción” como segunda acepción. Allí estamos. Menuda desfachatez, aquella de intentar presumir de un supuesto “problema”.

Mal de amores, dice. Desgarros, dice. Como si en el mundo no lloviesen a diario las quejas sobre el mismo asunto, una y otra vez.

¿Acaso existe el mal de amores o nos lo hemos inventado?

¿Acaso existe el amor? ¿O es una proyección de nuestro ego, que intenta verse reflejado en otro par de ojos y busca una excusa incesante para la incómoda soledad? Estamos aterrados, más bien. ¿Enamorados? Burguesías. Y ¿desde cuándo se le puede tener miedo a algo tan bonito como la soledad? Si es una diosa creada para ayudar a mejorar la única relación estable y real que existe con total certeza: la que se tiene con el reflejo de uno.

1015524-beautystills11-1200*¡Y tenía corazón! / Anatomía del corazón / La autopsia, de Enrique Simoner (1890).

En el listado de las preguntas sin responder o mediocremente contestadas, figura altivamente el amor, en varias formas: qué es, si de verdad existe. Hace, en ocasiones, un gran papel de deidad, porque nos conduce a las mismas inquietudes.

No somos lo suficientemente sabios como para distinguir las inquietudes en escalas. En el eje vertical de la vida, en cuyo extremo nos empeñamos en añadir el símbolo del infinito, quizás como patético o admirable intento de justificar la eterna falta de aprendizaje de los errores, se ve plasmada claramente la figura del amor al lado de la de Dios.

Y si el amor existe y ese desgarro es real, ya sea como desfachatez burguesa o como rotura interna de un vínculo del corazón con la memoria…

¿Adónde va el amor cuando se acaba?

Desgarro (como desvergüenza y despropósito vital).

Volveremos a dirigir una exorbitante cantidad de “te quiero” a otros y otras. Y seremos tan cobardes y tan perezosos que serán extraídos del mismo desgarro.

***

Olor: Chanel (N 19), mi Chanel con toques de talco para los desgarros.

Tacto: El de la seda del pijama que nunca más me pondré.

Vista: Un mapamundi tirado a la basura.

Gusto: Godiva en exceso.

Oído: Madame Butterfly, nunca en exceso.

*Foto de portada:»La novia del viento», de Oskar Kokoschka (1914).

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