Peter Pan versus Principito

LAS HIJAS DE ABRIL

Director y Guion: Michel Franco. Fotografía: Yves Cape. Reparto: Emma Suárez, Ana Valeria Becerril, Hernán Mendoza, Joanna Larequi, Enrique Arrizon, Iván Cortés, Giovanna Zacarías, José Ángel García, Tony Dalton. País: México. Duración: 103 minutos. Año: 2017.

***

Sin ser una película sin fisuras, Las hijas de Abril, es una propuesta que sabe combinar la frescura con los lugares comunes y darle una vuelta para así terminar siendo algo propio. Michel Franco ya es una voz con autoridad dentro del panorama cinematográfico mexicano. La influencia de Ingmar Bergman y Woody Allen a lo largo de la gran mayoría de sus títulos es algo incuestionable y como tal, el director saca partido de ello.

La historia nace del embarazo de Valeria, de 17 años. Vive con su hermana Clara en la casa de la playa de Puerto Vallarta. ¿Cómo es esa convivencia? Le basta a Franco un primer plano para dejar claro cómo es esa relación. Un plano secuencia valiente en el que se ve a Clara preparando el desayuno y se escucha a su hermana copular en el cuarto contiguo. Tras eso el teléfono, la madre de ambas. Valeria sale de su cuarto desnuda, con su embarazo y contempla desde la distancia la conversación entre su madre y hermana. Silencio. Todo es cordial. El novio y padre de la futura niña parece entregado a lo que está por llegar. Hay algo en todo ese planteamiento que va dejando entrever que algo subyace por debajo. Las heridas están presentes. Se enuncian de un modo discreto pero efectivo. ¿Por qué no han querido avisar a su madre? ¿Qué sucede? ¿Cómo viven? Hay demasiados interrogantes en todo ese enclave paradisíaco que ofrecen los minutos iniciales.

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Continúa la lectura, pero ten en cuenta que el análisis a partir de aquí, contiene spoilers…

Una vez que se ha enterado del embarazo de su hija pequeña, la madre acude en su ayuda desde España -o de otro lugar. ¿Importa realmente?-. Hay un orden y una cordialidad que puede resultar engañosa a todas luces. La distancia y la desconfianza se alían. Desde ese instante el guion de Franco comienza a tener llamativos afluentes en los que la historia desentierra angustias, miedos y egoísmos. Ambos padres de la recién nacida tienen 17 años y todo en su entorno es demasiado confuso. Los padres de él han decidido mantenerse al margen. Están solos, sin ingresos cuantiosos y con dificultades. La hermana, Clara, sufre en silencio. Este personaje, al igual que otros secundarios, han sido descuidados. Se enuncia un dolor que tiene que ver con el pasado. Es posible que ese complejo de gordura esté relacionado con un machaque de años que se transformó en una herida que evidentemente no ha cicatrizado. Las expresiones que emplea la actriz, Joanna Larequi, son absolutamente magistrales al igual que todo su trabajo. El dolor que le acompaña no se ve desarrollado en la trama y eso influye para que la película no posea más elementos positivos que la hagan crecer y ser una historia mejor. Se tiene la sensación de que el personaje que ha estado presente se deja abandonado a la merced de un destino incierto que lastra el resultado final. ¿Por qué Franco no ahondó más en ese desarrollo?

Nuevo giro de guion. Es el instante en el que comienza a florecer el personaje de la madre. ¿Cómo hacer que todo cuadre? Los detalles que se iban viendo de Abril, la madre, ya se han consolidado. El síndrome eterno de Peter Pan va floreciendo de un modo más intenso. Abril y la reciente mamá evolucionan de forma inversa y eso lo hace todo mucho más interesante y contradictorio. La mentira es esa protagonista presente y fuerte en la película. Todo es fruto de la misma y de una falta de madurez. Se desconoce cierto pasado económico de la madre. Solo deja ver que tiene una posición muy favorable. Se ofrece alguna pista de lo que puede ser ese personaje cuando acude a visitar a su exmarido, que está con una mujer mucho más joven −como debió serlo ella en el pasado−, y este no le abre ni la puerta de la calle. Hay distancia y rechazo en el modo de tratarla. Todo va comprendiéndose.

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Emma Suárez borda un papel en el que el desequilibrio siempre es medido y cuando llega a sus últimas consecuencias está perfectamente justificado. El engaño como medio de vida. La autojustificación para dañar es la única manera que conoce para avanzar. Emma Suárez juega con su físico. Su aire dulce contrasta a las mil maravillas con un personaje egoísta y dañino. Todo lo que consigue resulta verosímil porque funciona como un flautista de Hamelin que posee las notas adecuadas de una partitura que cree tener controlada. Suárez maneja los gestos y los tonos de voz con entereza y acierto. La dirección le proporciona libertad y ella sabe cómo mostrarse. Odio, entrega, pasión y delito. Es el capricho envuelto en ser humano. No se preocupa por nadie que no sea ella. No importa por encima de qué o quién deba pasar. A su vez esto contrasta con la profesión a la que dice dedicarse. Profesora de Yoga. Todo lo que parece querer inculcar es lo contrario a lo que practica en su vida. Su autoengaño lo lleva hasta casi las últimas consecuencias. Sin miedo a dañar, sin miedo a perder. Solo satisfacer un capricho disfrazado de niña pequeña a la que desea tener. Junto a ella está el padre de la criatura. Solo, rechazado por su familia. Su inmadurez es la que le lleva a estar traicionando a quien supuestamente ama. Su personaje es el único que no evoluciona hacia algún punto coherente. No parece encontrarse en ningún lugar y su carácter brilla por su ausencia. Con los numerosos giros que posee la historia, Franco, al igual que sucedía con la hermana, parece olvidarse de su destino y solo le utiliza para dar cierta coherencia y maldad al personaje de Abril. Entre ambos extraños amantes parecen existir ecos de una relación un tanto irracional como algunas de las descritas por Leonard Michaels.

Ana Valeria Becerril conforma un personaje que evoluciona hasta las últimas consecuencias. Es lo contrario al síndrome de Peter Pan que posee la madre. Ella se transforma con esa llamada de la sangre. Necesita a su hija y tiene que buscarla. La interpretación es fantástica. Consigue dotar a las escenas de amor, rabia, entrega, odio, violencia. Lo que comenzó siendo algo que desconocía, modifica su interior para dar ese paso tan necesario a la madurez. Todos los personajes se interrelacionan de un modo maravilloso. Es el guion lo que hace que la propia película no sea tan notable como podría haber sido. Hay una previsibilidad que no era necesaria en una historia con personalidad propia. Hay ligeros ecos al Fargo (1996) de los Coen, pero de un modo alejado aunque reconocible.

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La dirección de Michel Franco es buena y confía en su historia y en los actores. Eso le hace poseer pulso a la hora de realizar composiciones complicadas, pero altamente efectivas. Hacia la mitad de la película, la misma pierde algo de fuelle, pero se recupera con esos giros argumentativos tan necesarios. Se prescinde de la música, la misma ya es el latido de unos personajes en búsqueda de un modo de vivir. Lo que propone Franco es una ruptura vital. Nada será igual y eso es lo que lo hace tan interesante. La dirección de fotografía de Yves Cape es correcta, pero le falta adentrarse en ese cambio de textura por la que atraviesa la historia. De este modo iría más en consonancia con lo narrado.  Michel Franco está en el camino, ahora solo depende de él conseguir llegar al lugar deseado. Ya ha conseguido mucho, pero no hay duda de que puede conseguir mucho más.

Gusto: La pasta que cocinas

Imagen: Tu ojo izquierdo

Olor: El de tu espalda

Sonido: Cuando tragas

Tacto: Tu codo.

IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ

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