Conocer La Habana es más fácil desde el asiento de un taxi, que leyendo mil guías. Y con taxi, me refiero a la infinidad de vehículos, de modelos, colores, edades, con y sin aire, ventanas o puertas que cierren o no.
Las horas muertas de taxi en Cuba dan para mucho y es que, en carro, puedes recorrer el país entero por muy variopintos precios. Recomiendo entablar conversación con el conductor, para así conseguir que baje el volumen del sistema de audio (y video, a veces) y obtener un rato de descanso entre las horas ininterrumpidas de reggaeton.
Esta modalidad latina de “música” y su vertiente cubana (el cubatón), es lo más extendido en el país caribeño. Recuerdo pensar: ¿ya nadie escucha jazz, salsa, nueva trova o rumba (recientemente declarada patrimonio de la humanidad) en la isla? Éstas otras músicas que nadaban en mi imaginario, existen, pero hay que buscarlos bien. De hecho, si mi viaje hubiera durado una semana más, habría comprobado cómo es vivir el silencio en La Habana durante los nueve días de luto por el fallecimiento de Fidel. Nueve días sin música, sin cerveza ni ron. Nueve días en los que no habría podido hacerme una idea de cómo es Cuba.
Cada vez que viajo me gusta meter en la maleta varios un libro que me acompañen durante esos días. Tras mi investigación-lectora de este año me decanté por “Regreso a Ítaca” el libro que recoge la experiencia del trabajo de escritura del guión de la película de Laurent Cantet, con guión de Leonardo Padura. Regreso a Ítaca, cuenta la historia de cuatro amigos cubanos que se encuentran tras el regreso de un quinto que escapó de la Isla dieciséis años antes rumbo a España. Rodada casi íntegramente en una azotea en La Habana, nos explican mediante sus experiencias vitales, la situación del país tras años de optimismo, decepción, sobrevivir y vivir con alegría. (hay un momento en el que los personajes respiran aliviados cuando para la música en una terraza vecina, perdonad que insista, pero es tremendo). La presentación de la película en la capital, estuvo rodeada de polémica y una primera cancelación, aparentemente, por tratar de manera crítica la situación del país.
Tengo especial debilidad por la novela policíaca y me llevé conmigo además Paisaje de Otoño, otro libro de Padura. El libro forma parte de la serie “Las cuatro estaciones” donde el detective Mario Conde consigue en su deambular por la ciudad descifrar los crímenes con los que se encuentra.
La escritura de Padura es severa a veces, poco adornada, muchas veces cruda pero siempre apuesta por la amistad y la esperanza. La sorpresa fue sin duda el protagonista (Mario Conde) un detective triste, escritor frustrado, casi siempre solitario y con gran tendencia a cerrar los días superado de ron y tabaco. Como toda novela policíaca, el discurrir de la historia visita mundos que muchas veces dejamos de lado los impolutos turistas. El recorrer de los bajos fondos, choca con un mundo más pudiente, derivado de estructuras políticas e históricas que es difícil de percibir caminando por La Habana Vieja o el Vedado.
Seguramente con las andanzas del noble Mario Conde (no confundir con el tocayo nacional), no se consiga una idea definitiva de cómo es la Cuba actual, pero sí tendrán una visión más allá de las románticas escenas de la desconchadas fachadas de Habana Centro. Pero sí, tendrán una idea de ese incomprensible sentimiento de frustración y alegría, la perpetua lucha y supervivencia, junto con las ganas de bailar que parece inundarlo todo.
En septiembre se estrenó “Cuatro estaciones de La Habana” serie de producción española-cuba que tiene a Jorge Perugorría en el papel del detective. La serie puede verse en Cuba desde la plataforma Netflix. Me cuesta entender la estrategia de esta plataforma on-line en un país donde la conexión a Internet es complicada y nada accesible. Donde una hora a Internet en una plaza pública (porque no es fácil tener permiso para tenerlo en casa) cuesta entorno a dos euros. Si el objetivo es neutralizar la piratería de contenidos, parece que la plataforma on-line no será capaz de superar a El Paquete.
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Olor: a salitre
Tacto: plástico caliente de asiento de un taxi
Sonido: hasta que se seque el Malecón (Jacob Forever)
Vista: los tejados de La Habana desde una terraza
Sabor: Ron