Parece que al llegar el invierno nos olvidamos del sentido olfativo. ¿Será fruto de los resfriados o de la parada invernal que sufre la naturaleza? Esos tres meses entre el intenso olor de las hojas caídas con las primeras lluvias del otoño y la exuberancia de la florida primavera pueden sumergirnos en un estado de letargo. En Madrid no acostumbramos a ver la nieve caer, pero tampoco deberíamos acostumbrarnos a la ausencia del petrichor, ese aroma a tierra mojada. La Streptomyces coelicolor es la bacteria inofensiva responsable del agradable olor que solemos percibir tras la lluvia. Este microbio, productor de esporas, se encuentra en la mayoría de los suelos y produce una sustancia llamada geosmina, palabra de origen griego que significa “aroma de la tierra”.
Durante los paseos que acompañaron las sesiones de Cine en el Jardín, aprovechamos la soledad del Real Jardín Botánico al cierre. Con el sol cayendo, nos inunda cierta penumbra y ante la limitación de la capacidad visual, quizás nuestro sentido más sobreexcitado, y con un poco de atención podemos percibir algunos sutiles aromas del invierno:
- El dulce aroma de las noches que nos brindan las petunias (Petunia hybrida) que comprende todas las formas hortícolas habitualmente cultivadas que derivan de las de Brasil y Argentina.
- El Jacinto (Hyacinthus sp.) florece al comenzar la primavera y sus flores blancas, rosadas o azuladas emanan un perfume dulce e insistente. Este año parecen no querer esperar a Marzo.
- Narciso de olor (Narcissus bulbocodium) brinda flores amarillas o doradas muy aromáticas. Este soleado invierno parece propicio florecer.
- Las fresias (Freesia x hybrida) destaca como una de las bulbosas más olorosas y coloridas. Son unas de las primeras flores con las que nos obsequia la primavera, o un invierno caluroso.
- La Camelia (Camellia japonica), la flor del invierno. Muy pocas huelen pero las que lo hacen son de un aroma muy tenue, delicado fresco.
- El calicanto del japón (Chimonanthus praecox) con sus flores de color amarillo con toques carmín muy perfumadas.
- La explosiva floración de las mimosas (Acacia dealbata) aportan un olor intenso y un tanto ácido.
A pesar de los ejemplos anteriores, la floración invernal es muy discreta. No es una época de reproducción, los insectos polinizadores están hibernando. No hay necesidad de impregnar el ambiente con dulces olores, una llamada a la acción que sería del todo infructuosa. Este es en Ciclo de la vida. Un ciclo que parece inalterado a lo largo de los tiempos y que tras nosotros seguirá sucediendo.
¿Pero en verdad nada ha cambiado? No hace falta tener una mirada profunda para darse cuenta de lo que todo el mundo comenta: “Este tiempo no es normal para esta época del año”. Y estos cambios de temperaturas y sequías deberían corroboran lo que parece ser un nuevo tiempo geológico. El Antropoceno. Poco a poco nos acostumbramos a que en invierno no hiele y no llueva. Mucho mejor vivir en una primavera perenne y no pasar frio. Seguramente cuando escuchamos hablar del cambio climático, muchos no pensamos en en la parada invernal, en el letargo que algunas plantas (Frutales de clima templado) necesitan para lignificarse, y así poder brotar, florecer y dar frutos con fuerza en primavera. Y es precisamente en ese silencio calmo y casi ausente de color y olor donde reside la belleza de los jardines en invierno.
Mientras esperamos a que el tiempo mejore podemos seguir refugiándonos en el cine. Esa ventana a otros mundos, dónde la imaginación y los pensamientos de escritores y guionistas se convierten en vivas imágenes y sonidos.
La segunda edición del ciclo Cine en el Jardín comenzó con “The Lost World” película dirigida por Harry Hoyt. Tomando de partida la novela de (Sir) Arthur Conan Doyle, “El Mundo perdido”, nos acercaremos a la magia de los viajes de aventuras donde el escritor (científico y médico) utilizaba su conocimiento para el desarrollo de los personajes y las historias. No en vano en sus tomos los personajes son científicos, biólogos, arqueólogos… (sin mencionar al inolvidable Sherlock Holmes) con gran conocimiento, una buena dosis de valentía y espíritu aventurero. La novela publicada en 1912, tendría su versión cinematográfica 13 años después.
En 1927 se estrenó «El cantor de jazz«, considerada la primera película sonora de la historia. Muchos han sido los avances técnicos desde entonces, pero… ¡Quien sabe si en próximas ediciones de Cine en el Jardín podremos disfrutar de un cine oloroso!
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