El dramaturgo Iván Cerdán ha presentado recientemente su último libro, Fotografías de un hombre triste, editada por Esperpento Ediciones Teatrales.
Su carta de presentación, para cualquier lector que quiera investigar un poco sobre él antes de sumergirse en sus letras, atrae poderosamente hacia una lectura inmediata de su obra: «El teatro de Iván Cerdán bebe de variadas fuentes teatrales y literarias, pero nunca abdica de su sello personal. Pone en pie personajes y situaciones creíbles y construye diálogos en los que muchas veces el coloquialismo revela toda su pujanza. Por otro lado, su gusto por el culturalismo no resulta superfluo, sino que es pertinente al insertarse de forma integrada en los conflictos que marcan cada obra y estallan en ella. Cerdán Bermúdez maneja con solvencia el conflicto, pilar del teatro». (Esperpento Ed. Teatrales).
Lo interesante de su obra refleja una personalidad genial, y nosotros hemos querido conversar sobre influencias, vocación, labor literaria y muchas cosas más, en la siguiente entrevista. El autor estará firmando en la Feria del Libro de Madrid, el día 5 de junio en la caseta de Sin Tarima y el día 7 en la caseta de la Torre.
– Si tuvieras que presentarte ante un público que no conoce tu obra, ¿cómo lo harías? ¿Qué obra tuya recomendarías para empezar a leerte?
Hablar siempre de uno es extremadamente complejo. En mi obra, realmente, no hay demasiado espacio para la esperanza. Trato de radiografiar diferentes aspectos del ser humano. Un buen libro para comenzar podría ser el último, Fotografías de un hombre triste o mi primera novela, Turbio.
– De oficio, ¿escritor? ¿Cómo surgió tu amor por la literatura? ¿Llegó de forma casual o fue algo que siempre quisiste ser?
La escritura es algo determinante en mi día a día. Surgió como una necesidad casi fisiológica. Mi amor por la literatura surge desde bien pequeño. Casualmente, no leía apenas pero siempre me detenía mucho tiempo con cada libro. A los nueve años me fascinó Aniceto el vencecanguelos, pero mi romance con la lectura no llegó en ese momento. Al descubrir Hamlet y Don Quijote todo cambió para mí. Tenía 15 años cuando comencé mi relación con la literatura de un modo muy serio.
– Has tenido formación universitaria en el ámbito literario… ¿cómo ves el panorama académico actual en este aspecto? ¿Crees que realmente sirve para enfocar la carrera de tendencia literaria? ¿Hubo alguien o algo que reseñar sobre tu paso por este entorno que fuera una motivación real para ti?
La universidad posee un doble rasero que en ocasiones es peligroso. Se está haciendo un gran esfuerzo por enseñar literatura de un modo enriquecedor. Desgraciadamente, no todos los profesores lo transmiten igual. Noté mucha diferencia cuando estudié Derecho y posteriormente Teoría de la Literatura. En Derecho, jamás podías imaginar que lo que estudiabas podía tener una aplicación práctica. Solo eran tomos enteros de palabrería, repleta de hojarasca académica, con muchos profesores que solo eran felices preguntando nimiedades rebuscadas. Solo tuve tres profesores en la carrera que merecieron la pena. En Teoría de la Literatura, realmente, descubrí lo que era la universidad. Es cierto que tuve docentes que no me aportaron nada, pero también conocí profesores que me han marcado de un modo determinante. Entre ellos destaco a Fernando Rodríguez Lafuente, que me ha ayudado mucho en la vida, y gracias a él pude adentrarme en la crítica y me ha dado muchas oportunidades, consiguiendo, gracias a él publicar, en ABC y en La revista de Occidente. No paro de aprender de él. Sus clases eran magistrales y apasionantes. Sus recomendaciones literarias, únicas. Antonio Garrido es otro profesor que me enseñó muchas cosas. Sus clases de Géneros eran prodigiosas. Su talento es incomparable. Ahora lleva talleres creativos en la facultad, entre otras muchas cosas. Ojalá hubiesen estado cuando yo estudié. De su mano, una persona que quiera ser escritor, mejorará sin duda alguna. Por último, Santos Alonso, ya fallecido. Junto a Lafuente me enseñó un mundo en la crítica. Sus clases también eran muy diferentes y muy prácticas. Sentí mucho su repentina muerte. Siempre me pregunto lo que pensaría de cada crítica que publico.
– Una entrevista sin comentar tus referentes literarios, no sería tal… por eso, cuéntanos tus filias y fobias.
Mis referentes literarios más claros son Shakespeare, Philip Roth, Agota Kristof, Halfon, José María Pérez Álvarez, Bergman, Mamet, Fernán-Gómez, Maqua… hay tantos que me resulta imposible detenerme. Si me hicieses la pregunta mañana, probablemente diría otros referentes.
No soporto que se escriba de un modo engolado. Del mismo modo que no tolero que se alarguen las historias de forma innecesaria. Eso me enfada mucho. Me enloquece que se escriba con claridad sin necesidad de dar demasiadas vueltas para llegar a un lugar.
– Acaba de fallecer Tom Wolfe, ¿era un referente para ti?
Me gustaba el bueno de Tom, pero en sí mismo no era un referente en lo que a mí se refiere. Aunque es verdad que siempre leía lo que publicaba.
– ¿Qué otras artes o vivencias te inspiran a la hora de escribir?
Cada vez procuro escribir más en un formato que podría encuadrarse dentro de cualquier género. Esto no es nada nuevo, ya Cervantes lo hacía. Cuando empiezo algo, en ocasiones no suelo saber si será un guion, una obra de teatro o una novela. De hecho, muchas historias mías han ido evolucionando y han cambiado de género. ¿Por qué me sucede? No lo sé.
– Qué le aconsejarías a alguien que empieza en este mundo de las Letras, o mejor dicho, qué hubieras hecho en tus inicios si supieras lo que sabes ahora?
Creo que el único consejo que sirve es escribir y escribir y volver a escribir y seguir escribiendo. Daría mis textos a profesores. Si tienen la suerte de tener trato con un profesor como Antonio Garrido, eso sería una ventaja y un aprendizaje muy importante.
– Esta misma semana comienza la Feria del Libro. ¿Estarás firmando? ¿Cuáles son tus visitas inexcusables? ¿Qué te parecen los padrinos de la Feria y las Letras rumanas en general?
Estaré firmando dos días. El día 5 de junio en la caseta de Sin Tarima y el día 7 en la caseta de la Torre. Me encanta ir a la feria. Cuando iba con mi padre de pequeño siempre me decía que ojalá algún día pudiese estar… y se cumplió. Llevo varios años seguidos y es algo delicioso.
Desde la muerte de Fernán-Gómez ya no tengo visitas inexcusables a la feria, pero siempre voy con ilusión.
Las letras rumanas son fascinantes. Sus historias siempre me impactan sobremanera. Cioran me ha acompañado desde pequeñito. De hecho, mi primera novela la construí con una base suya muy importante. Cartarescu me gusta mucho también, aunque tenga párrafos que me enfaden. Herta Müller es fascinante. Eliade, Ana Blandiana con sus versos…. Hay un mundo apasionante. Su cine también es extraordinario. Estudié dos años de rumano. Idioma complicadísimo, pero bellísimo.
-¿Nos recomiendas algún libro que hayas leído últimamente, un escritor, una película adaptada basada en un libro? ¿Algún grato descubrimiento reciente?
Recomiendo fervorosamente El cuaderno tachado de Nicolás Giacobone. Es la novela que más me ha gustado en mucho tiempo. Duelo de Halfon es brillante. También recomendaría Sin flores ni coronas de Odette Elina. La expulsión de lo distinto de Byung-Chul Han también me ha fascinado. En cuanto a adaptaciones, mis preferidas por el momento son Vanya en la calle 42 de Louis Malle, Crash de David Cronenberg y el Hamlet que hizo Kaurismaki. En la actualidad, creo que en ocasiones las adaptaciones no se trabajan bien. Esto es algo que jamás comprenderé y más cuando la partitura ―novela― está perfectamente reflejada. Salvo Cronenberg, que adapta de un modo extraordinario, creo que hay un intento desvirtuado de ser más listo que el propio autor de la novela. He encontrado más aciertos en series que adaptan novelas que en películas que las adaptan.
– Además de escribir, ¿has dirigido una película y numerosos cortos y también teatro. Entre la literatura, el cine y el teatro, ¿dónde están tus preferencias?**
Todo siempre depende del proyecto que tenga entre manos. En la actualidad podría decirte que escribir un guion y saber que lo voy a rodar junto a Don Juan Carlos Velázquez es lo que más me aporta. Es mi director de fotografía y trabajar a su lado es lo que más satisfacciones me genera. La escritura, en cualquiera de sus géneros, es lo que más felicidad me reporta. Estar uno con su historia y sus lecturas en alto. Aunque en mi caso no estoy del todo solo. Mi amiga Laura López es absolutamente determinante en lo que escribo. Gracias a ella se consigue que mis historias sean mejores.
– ¿Cómo definirías tu literatura? ¿Sigues un mismo estilo o unas temáticas habituales? ¿Te gustaría escribir como algún autor?**
Es una literatura de búsqueda. No me importa la crudeza y, como tal, la reflejo. ¿Por qué? No lo sé. Quizá en ocasiones peque de ser demasiado cruel con los personajes sobre los que escribo. Me encantaría escribir como Philip Roth o Agota Kristof.
– ¿Cómo y cuándo escribes?**
Escribo a diario. Procuro hacerlo primero en un cuaderno y luego lo paso. Mientras hago deporte, siempre esbozo lo que quiero hacer. Lo más significativo es que todo lo que escribo en cuadernos generalmente tiene poco que ver con el resultado final. ¿Por qué? Lo desconozco.
– ¿Qué echas de menos en la industria cultural española?**
Que haya una industria real. El ninguneo que existe a la cultura en un país como España es algo deleznable. La cultura del amiguismo es un mal endémico que parece no tener solución. ¿Por qué en España no se potencia a los creadores? Estamos a años luz de países como Suecia, Francia, Alemania… y lo más triste es que todo parece ir a peor.
– ¿Dónde y cómo te gustaría verte en diez años?**
Como dijo Bach cuando perdió a uno de sus hijos y su mujer: “No me dejes perder la alegría”.
Ya no creo en las entelequias y me temo que mi respuesta sería una entelequia que me haría daño.
– Si dispusieras de los medios, ¿cuál sería tu proyecto más ambicioso?**
Dirigía la adaptación que escribí junto a Laura López, Sin flores ni coronas. También me gustaría dirigir un Bond que escribiría yo. Lástima que Sean Connery no lo pudiese protagonizar. Pero haría un Bond con ecos a Desde Rusia con amor. Un Bond de la tercera edad me enamora.
– Con respecto a tu último libro: Fotografías de un hombre triste: ¿Por qué una precuela de Tío Vania?**
Elena es un texto que parte de una frase en la que Vania le dice al doctor: “Si yo me hubiese enamorado de Elena hace 10 años…”. Esa frase se quedó incrustada en mi interior y, muchos años después, decidí que era el momento de ficcionalizar esos diez años anteriores siendo respetuoso con Chéjov. Estoy muy contento con ese texto.
– ¿Qué te incitó a escribir sobre un matón a sueldo con principios y un catedrático universitario sin ellos?**
Ese matón a sueldo de la tercera edad puede tener su origen en la escritura de Rubem Fonseca. Me interesan mucho las historias protagonizadas por personas de la tercera edad que no hacen lo que se supone que deben hacer. La honestidad con uno mismo es determinante. En cuanto a El nudo, me decidí por una obra de campus que en España no existen. ¿Se puede conocer a una persona siguiéndole un día? La crueldad y el tráfico de influencias en la universidad me resultaba crucial para analizar una realidad que es muy triste. La figura de Antonio puede encuadrase por desgracia en muchos campos del ámbito laboral.
– Como sabes, no hay entrevista sin nuestro cuestionario sensitivo, así que ahí va. Un olor, un tacto, un sabor, una visión, un sonido… ¿Cuáles serían si solo pudieras elegir uno?
Un olor: el del compartimento de un coche cama en un viaje de largo recorrido en un tren.
Un sabor: el de las galletas que no son para comer.
Una visión: Ella recién levantada.
Un sonido: el de tu voz susurrándome.
Cuestionario de BdP y **Laura López Ledesma.
Imagen de cabecera: Philipp Fröhlich. Sin título (2008).