Rodar una película en España sin ayudas es una labor absolutamente demencial. Si ya de por sí el panorama actual no invita al optimismo, el imposibilitar o poner continuas trabas al cineasta que quiere dar el salto al largometraje, lo recrudece aún más. Los culpables pueden estar en muchos lugares, pero las productoras, el Ministerio de Cultura y las distribuidoras tienen mucho que ver en este vacío fílmico que existe. Aunque la producción es notable, el problema reside en las escasas oportunidades que se tienen de poder disfrutar de tales películas. Si bien es cierto que existe un doble circuito para poder ver determinados filmes, este sistema es cuanto menos equívoco y desigual para que se sepa con certeza qué cine se realiza en España.
Hacer una película no es un acto excesivamente complejo. Lo realmente complicado viene en el momento del después, una vez finalizada la postproducción. ¿Qué hacer con tu película? Si no has cumplido con los absurdos parámetros –solo aptos para personas que puedan tener dinero para sostener una producción– que se solicitan, no puedes hacer nada o casi nada. Dentro de los dos circuitos que pueden existir, el comercial habitual de grandes presupuestos y el alternativo, el cineasta que no ha pasado por alguna parte relacionada con ayudas, no pertenece a ningún lugar. Del circuito comercial no merece la pena decir nada. Por otro lado, está el circuito alternativo, palabra que no es acertada, pero que sirve para comprender el concepto de ese tipo de cine. Presupuestos menores, algunas ideas buenas, pero una limitada proyección en solo determinadas salas (días sueltos u horas extrañas), acompañada de una escasa difusión mediática y, previo pago muchas veces, para poder ser expuestas. Este circuito tampoco implica llegar a algo concreto. Dentro del mismo podrían darse múltiples subdivisiones y jamás se llegaría a una última bifurcación de destinos.
Ser cineasta sin ayudas es ser, en cierto modo, un cineasta “apátrida”. ¿Por qué si, por un casual, la película de uno es seleccionada en un festival internacional debe ser considerada como española? España no ayuda al cineasta poco convencional, al cineasta sin recursos ni medios. Lo acorrala y pone trabas o directamente impide que cumpla su misión: proyectar su película. Puede que la producción se haya rodado en España, pero no por eso debe ser española. ¿De quién entonces? Es posible que emulando a Maurice Pialat, se pueda afirmar que la película pertenece al propio creador y a su equipo, pero no a un país que no ha hecho nada por ella. El asunto todavía puede ser más descabellado si la película en cuestión tiene un cierto éxito festivalero. Los galones de los integrantes de la cultura española salen a relucir cuando no han hecho nada por la misma.
El sistema de producción español está anclado en una nada que parece no tener salida. Subvenciones manipuladas, permisos, ese nido de amigos que es los Goya, los sueldos, la distribución, el estreno… todo está podrido. Se está a años luz de Francia. En muchas ocasiones, España tira por tierra toda su cultura, jamás la fomenta y son muy pocos los cineastas independientes que pueden sentirse dentro del sistema. No representan a un país, se representan a sí mismos. En búsqueda constante de ese lugar que les valore, o cuánto menos, que no les ponga trabas a cada paso. España tiene buenos cineastas, ¿por qué se les boicotea? Dinero, dinero y dinero… ese es el triste camino de la cultura y el único que se valora. Quizá cambie, probablemente no.
Olor: fósforo
Sonido: el de la claqueta
Tacto: granos de arroz
Iván Cerdán Bermúdez