Es medio día en Leicester y ya no se me ocurre qué más hacer… He visto hasta el estadio de fútbol ahora que está tan de moda. La verdad es que la ciudad es un poco decepcionante. Lo único que me llamó la atención es ese cementerio tan bonito que tiene junto a la Facultad de Medicina. Me compro un sandwich y me dirijo a la estación de trenes. Me espera Birmingham, donde haré noche antes de ir al aeropuerto. No me espero absolutamente nada. Me han comentado que el museo no está mal y que puedo hacer una ruta en barco por el río… No lo he hecho ni en París, no lo voy a hacer aquí. Internet no ofrece muchas alternativas y apenas he visto un pequeño museo comunitario sobre plumas (de las de escribir, sí).
Me termino el sandwich mientras espero al tren y voy maquinando maldades en mi cuaderno por el camino. Al menos el paisaje inglés a veces no es muy feo y estoy teniendo muy buen tiempo. Me han avisado de que Birmingham no es Leicester y va camino de los seis millones de personas en su área de influencia (facts here). Flipo. Aunque una de las cosas que más me han impresionado es su futuro… Se llama HS2 y viene a ser el AVE inglés, conectando el aeropuerto con Londres en media hora y la ciudad en tres cuartos. Resulta que uno de los Airbus A380 de Emirates para en su aeropuerto y que New Street Station es la más transitada del Reino Unido después de las londinenses. ¿Será por las joyas? Junto con Amberes es una de las capitales de la joyería y se nota. Pero es que además no era una ciudad industrial al uso. Sus fábricas eran de cosas más ‘finas’ como la joyería o las plumas, amén de coches.

Cuando llego a la estación empiezo a creérmelo… es bastante grande. Salgo a la calle y está en obras, casi terminadas, para adaptar el tranvía. Lo primero que me llama la atención es la música que están tocando unos harekrisna en la calle de al lado. Hay mucho movimiento. Es sábado. Parece una ciudad de verdad, no como Leicester. Pobre Leicester, la mala imagen que me llevé y la mala publicidad que le hago. Pero es que era realmente fea y hasta los recepcionistas del hotel lo decían. Esperándome eso, supongo que cualquier cosa que viera después me iba a gustar. Voy al hotel y alucino. Esto no parece Inglaterra, esa Inglaterra de moqueta rancia y baños compartidos. Es impresionante, también caro, para qué nos vamos a engañar. Dejo las cosas y salgo literalmente corriendo hacia el museo de las plumas porque van a ser las tres y aquí todo cierra a las cinco. A un paso tengo el museo y el ayuntamiento. No puedo evitar pararme y ¡sorpresa! Me salta un wifi gratuito…
La verdad es que es bonito. Incluso la zona industrial por la que cruzo para llegar al museo con sus talleres de joyas desiertos. Me está gustando mucho más de lo que me esperaba y aún estaba en medio de la nada. El museillo tampoco estaba mal y aprendí un montón. Hasta me lo pasé bien probando plumas. Pero el tiempo apremiaba y tenía que volver al museo de verdad, porque tiene una colección más que interesante, desde el tesoro de Staffordshire (del que no pondré link porque todos animan al expolio) hasta el cuadro ese raro que según te mueves cambia de perspectiva. Por el camino me iba llamando la atención esa mezcla entre lo viejo y lo nuevo, la decadencia post-industrial y la modernidad contemporánea… me iba recordando a ese Bilbao que ha quedado después de las obras. Pero aquí las obras aún siguen. Especialmente los últimos retoques de la estación y la plaza principal que une el museo con la biblioteca (por entendernos así en dos palabras) a través de un centro comercial que hay sobre la autovía que cruza la ciudad. El museo y el Ayuntamiento no tienen nada que destacar como paisaje urbano y son similares a los que te puedes encontrar en cualquier ciudad de cierta envergadura. La biblioteca sin embargo…

…es una pasada. Me dejó impresionado y eso que llegué ya con el último aviso antes del cierre de puertas. En esa plaza está también la feria de la ciudad (la de la ciudad, porque junto al aeropuerto está la de Inglaterra). Y es que estamos en el centro de la isla más o menos, pero además en un centro financiero que va más allá de la joyería. No en vano el Lloyds Bank y una de las semillas del HSBC nacieron allí. Tal vez por eso el aeropuerto tiene tanto peso y los trenes pasan por allí.
El caso es que además de la feria está la sinfónica y tuve la suerte de encontrarme con un workshop de Jazz súper entretenido. Yo miraba y leía (porque allí también había wifi). Resulta que Birmingham es la cuna del Heavy Metal y Black Sabbath y Judas Priest salieron de allí. Ojiplático me hallo. Cuanto más aprendo de la ciudad, más me gusta.
Siguiente paso, los canales… A ver qué narices tienen para que merezca la pena dar una vuelta en barca. Y la verdad es que son bonitos, además de tener poesía por los suelos (creo que si pinchas las fotos salen más grandes). Ahí empecé a confirmar dos detalles: Primero, que la combinación viejo/nuevo les estaba quedando muy bien. Segundo, que había diferentes ‘niveles’ para ver la ciudad.
Esto último ya sé que suena raro, pero es una de las cosas que más me impresionó. Miras a un sitio y ves una cosa, miras atrás y ves algo totalmente diferente. Te subes en un banco y al otro lado del muro cambia de nuevo la ciudad. Es como si estuviéramos en ciudades distintas dependiendo de donde miraras. Encuentras una galería comercial de lujo en frente del mercado de abastos y no queda raro. Caminas por arriba y es un paseo sensacional, lo haces por abajo y parece que vas a entrar a trabajar en alguna fábrica infame. Mismas coordenadas salvo por unos metros de altura. Leo que la ciudad está hermanada con Chicago y en cierto modo, salvando las distancias, entiendo por qué.
De los canales subo al Bullring… ¡vaya nombre! Y me encuentro con otro mega centro comercial, porque si hay algo que te encuentras en la ciudad es eso… Centros comerciales. De camino, veo la entrada principal de la estación (había salido por un lateral) y alucino de nuevo. Al llegar al mirador de la plaza de toros (que no hay, por cierto), me encuentro una estatua del Almirante Nelson mirando a una iglesia vieja rodeada de modernidad. También hay wifi gratis allí. Vistas espectaculares para las terrazas de los mil y un restaurantes que se agolpan en ese rincón. Lo peor de todo es que no desentona y tiene un encanto especial. Me estoy volviendo loco, o capitalista a rabiar.
Aún queda luz… que algo bueno tiene la primavera en las islas… Así que sigo con mi ruta hacia el norte, a ver si donde se acaba el ‘centro’ empieza algo diferente. Obviamente no es lo mismo, pero sigue teniendo ese encanto de la ciudad rehabilitada. Grandes parques, plazas y, de vez en cuando, algún edificio que se mantiene protegido entre tantas cosas nuevas que se levantan a su alrededor. Cuando vuelvo al hotel son casi las ocho y me pido una pizza. Me lo he ganado después de ver buena parte de la ciudad en poco más de cinco horas. Empiezo a buscar los precios de la vivienda. Como Madrid, o mejor. No me quiero ni imaginar la burbuja que se creará en la ciudad dentro de unos años cuando se inaugure el tren… con tanto londinense subiendo a vivir en la nueva capital. Porque no me cabe duda de que dentro de poco superará clásicos como Manchester o Liverpool en la pugna por el segundo puesto. Para mí ya tiene el primero aunque sólo sea por no tener que aguantar turistas y tráfico. Era sábado, lo sé. Los turistas acabarán llegando, lo sé. Al fin y al cabo yo os estoy animando a que os deis una vuelta por Birmingham. En serio.
