La saturación de la obra del bardo es un tanto asfixiante. No hay año que no falte a su cita con las tablas ¿pero es necesario? La visita del Hamlet dirigido por Miguel del Arco, consigue que me replantee cuál es el mejor y por qué. Tras reflexionar escojo la aproximación que más ha llamado mi atención y el por qué.
Aki Kaurismaki Hamlet Goes Business (1987)
La película de Kaurismaki es la más agresiva de las aproximaciones hasta el momento. El director finlandés adapta la obra de Shakespeare del mismo modo que el príncipe danés define el concepto de fidelidad: “as twere the mirror up ton ature; to show virtue her own feature, scorn her own image, and the very age and body of the time his form and pressure”[2].
El comienzo es directo, sin engaños. Al igual que European House –acercamiento teatral de Álex Rigola sin palabras, un prólogo en toda regla– todo queda enunciado sin que avancen demasiados minutos. Parte de las intenciones y el propio engaño quedan reflejados en el segundo plano. El juego de las suspicacias cobra protagonismo desde ese instante. Hamlet come sin tapujos –una rodaja enorme de jamón- delante de su padre fallecido. Juega con el no saber, y es capaz de arroparle e incluso simula acunarle.
Todo se traslada a una empresa –como ya sucediese en el ‘Hamlet’ de Almereyda- y se asiste a interesantes negociaciones especulativas que se insertan dentro de ese marco irónico en el que Kaurismaki campea a sus anchas. La película está rodada en un blanco y negro un tanto frío y distante. Los ecos expresionistas juegan una baza importante –quizá Ivan Groznyy I (1944)[3] de Einsestein tenga parte de responsabilidad- en esa iluminación antinaturalista que por momentos parece sacada de un cuadro de Rembrant.
Que sea Gertrudis quien porte el brebaje que termina con la vida de su marido es ya un firme propósito intencional. Todo parte de un desconocimiento que encierra una traición. Antes de la entrega de la bebida, ya vemos como la madre de Hamlet y su tío se besan apasionadamente en la puerta del despacho del padre. Esto tiene una relación directa con ‘European House’ y sus escenas carnales.
El rol de Polonio es determinante en el engranaje empresarial. Su buena posición y el conocimiento de los subterfugios internos consiguen mostrarle como un hombre más que ambicioso. Quiere ocupar una posición aún más privilegiada, de ahí que tenga planes de boda para con su hija. Todo es una sucesión de trampas y engaños. Ofelia sabe engatusar y juega con su fidelidad. Utiliza la boda como un chantaje emocional.
En esta historia no hay ecos de amor. Es el odio, la rabia, el ansia y la envidia los que juegan sus bazas de un modo más determinante. La propia Gertrudis considera tiránico al padre de Hamlet. El propio hijo tiene un poder brutal. Es consciente de ello y amenaza a su madre con desheredarla. Todo esto es lo que podríamos considerar el prólogo de una película que sabe combinar la agresividad con el sentido del humor. Todo queda salvajemente enunciado de un modo valiente y eficaz.
Toda la especulación financiera y laboral es un eje crucial en el desarrollo de la historia. Todas las trampas empresariales se alían de un modo destacado para enunciar quién sería Fortinbras y sus perspectivas acerca de su expansión en el mundo de los negocios. Las absorciones, las ventas, las especulaciones son un fiel reflejo de una situación actual. Los secretos vendidos y los aliados prófugos que solo buscan engordar sus arcas tienen una cabida determinante.
Resulta fabuloso que este Hamlet que no tiene ninguna esperanza hacia nada vaya siempre un paso por delante de todos aquellos que le acompañan. Tiene micrófonos en todos los lugares determinantes –similitud con los vídeos y cámaras de la película de Almereyda- para conocer de viva voz los planes que urde Claudio a sus espaldas. La escena en la que se le anuncia que ha aparecido “su viejo” como le llaman, Hamlet reacciona sin escepticismo, mucho menos con miedo. El encuentro con el padre es durísimo. Éste reconoce que no piensa en él en absoluto. Esto parece no importarle al hijo que también es brusco. Juegan con información velada, pero la escena no deja de ser un vivo ejemplo del choque de la Edad Antigua con el Alto Renacimiento.
El momento de la adaptación del texto del encuentro con el espectro es absolutamente crucial. Combina ese instante en el que Hamlet se va a enfrentar a respuestas que le van a determinar su forma de actuar y, le van a ayudar a constatar que el camino que ha comenzado a recorrer hasta ese momento ha tenido sentido. Es evidente que algo huele a podrido en Dinamarca, pero ¿será lo que ocurrió realmente lo que le dijo el espectro? Kaurismaki juega con ese engaño al alma supuestamente atormentada que es el padre. El miedo de la escena de Shakespeare combina con esa dosis de crueldad soterrada en ese blanco y negro que va adquiriendo temperatura.
La razón de Hamlet tiende a creer a su padre, ahora transformado en espectro, de hecho, si tenemos en cuenta la obra, por la única persona por la que realmente muestra amor-un amor ya perdido a la fuerza-, entendiendo amor sin esperar ninguna contraprestación, es por su padre; ni siquiera con Ofelia podemos ver ese tipo de entrega incondicional. Con la madre son se dan otras circunstancias, pero tampoco existe ese sentimiento que por el padre no ofrece ninguna duda, aunque Kaurismaki se guarda un as bajo la manga para el final. Todo lo va enunciando, las trampas que parece ofrecer son medidas y nunca se engaña a sí mismo en la exposición de los acontecimientos; el engaño al espectador va siendo medido para causar un impacto relevante hacia ese final tan “alentador”.
Hamlet tenía tiene dos opciones: la primera consistiría en vengar a su padre con la mayor premura posible; la segunda es considerar que, o bien, decir que no es a él a quien no le corresponde juzgar, que para eso ya existe Dios. Como vemos, él no opta por ninguna de las dos opciones. La mera aversión le mantiene unido y a la vez distante de su padre. No tiene fe religiosa, tampoco la tiene en sí mismo. Su manera de relacionar al espectro con el diablo refleja esas extrañas dudas que tiene, un sentir muy de la época. Conoce cuál es su estado de inseguridad y tiene miedo a equivocarse; con su falta de esperanza cualquier opción va a ser errónea, pero es una oportunidad a sus planes ambiciosos. Sólo si se arriesga, es cuando descubrirá si el espectro es un aliado o una presencia demoníaca. No duda del todo, tiene abierta esa esperanza de confianza en su padre, “quiero tener pruebas contundentes”, para obrar con toda su razón y así ejecutar lo que le pidió el espíritu de su padre. Podemos relacionar el estado de Hamlet a lo que sostenía Kierkegaard sobre el hastío: “El hastío depende de la nada que se extiende por la realidad; causa un vértigo similar al que produce mirar hacia abajo desde el borde de un abismo: un vértigo infinito.”[4]
El espectro espera que Hamlet sea una versión de sí mismo. Se le puede ver como un destacado guerrero frente a su hijo que es más un intelectual. Es el choque de la Edad Antigua frente al Alto Renacimiento -antigua concepción empresarial frente a nueva-. Es evidente la manipulación del padre al hijo. Por supuesto, Hamlet sigue al padre en todas sus indicaciones, es más, si por un casual éste coge un pequeño desvío –sirva el ejemplo de la conversación de Hamlet con Gertrudis en la que muere Polonio- el espectro aparece para reconducirle en su tarea y que ésta se lleve a cabo lo antes posible.
Salvo los instantes de duda, Hamlet es un perfecto receptor de lo que dice su padre y eso nos plantea diversas preguntas ¿por qué tarda tanto en llevar a cabo la venganza? ¿Por qué Claudio no intenta matarle de un modo más directo cuando sabe qué es descubierto? ¿Por qué Hamlet, una vez probada la culpabilidad de su tío, no le mata en ese instante? Quizá son preguntas que no tengan una clara respuesta más que la propia trama en sí misma. A medida que avanza la obra se aprecia una mayor madurez de Hamlet, de hecho es un estudiante y después, en el acto V, tiene 30 años. No casan las edades con las posibilidades reales de esa época, aunque efectivamente, consigue mostrar un Hamlet maduro, es más, del Acto II al V se produce un cambio notable en ese interior del príncipe danés.
Todo acto en el entramado interior de Hamlet necesita una justificación, no existe el obrar en sí mismo sin un porqué. Pese al sentir que tiene por el tío e incluso por su madre, se siente sin salida. Piensa en su existencia como una realidad ya agobiante y sin sentido. No cree en el ser humano como tal, tiene el ejemplo de su madre, que en menos de dos meses ya se ha casado con el asesino –supuesto asesino en la película de Kaurismaki- de su padre. Tampoco Ofelia, a la que cree querer, le ayuda; ni siquiera puede confiar en ella. Necesita confiar en alguien para no volverse loco de verdad. La amistad con Horacio –y su complicidad para saber que el espectro no sólo lo ha visto él- es un hecho fundamental, consigue dar salida a aquello que le presiona. Necesita un aliado, de ahí que confíe en él para la representación que organiza. No necesita explicarle nada, conoce que Horacio tiene confianza en él, le hace ser consciente de no estar solo. El personaje de Horacio en Hamlet Goes Business no existe, es suplido por la figura de su chófer, un sindicalista, al que le confiere sus planes. El trato que le otorga es condescendiente, es capaz de insinuarse a su novia bajo su posición de mandato. Es posible que la dureza con la que le responde el chófer sea lo que atraiga a Hamlet a desvelarle sus planes y actos. Hay que recalcar que este encuentro es el instante crucial para que Hamlet no pierda la razón.
La figura del príncipe danés genera unas cuantas dudas en lo que se refiere a su entrega. Como mantiene Harold Bloom en su libro Shakespeare (1998), Hamlet amala imagen del padre muerto, pero en ningún momento nos intenta persuadir para convencernos de ame a nadie más. Ni siquiera tiene remordimientos por matar a Polonio, tampoco se esfuerza en explicar lo que le ocurre a Ofelia. Esta visión de Bloom encaja con la que ofrece Kaurismaki. Nada parece importarle, más que sí mismo. Es difícil distinguir si Hamlet realmente se trata de un héroe o un enemigo, quizá ambas cosas, y esto le permite ser el héroe occidental de la conciencia.
La representación que ha organizado es fundamental para constatar todo aquello que le hace desconfiar de todo lo que le rodea, si hay algún detalle, por pequeño que sea, este que no se produce cómo el piensa, todo se irá al traste y le podría llevar a la locura, o incluso a su propia muerte; nada le retendría en el mundo en el que vive. Decide reescribir, o más bien adaptar, los hechos tal y cómo ocurrieron según el espectro. Su tesis es basarse en lo siguiente: “ I have Heard that guilty creatures sitting at a play have by the very cunning of the scene been struck so to the soul that presently they have proclaimed their malefactions”[5]. Todo ese mundo interior en el que lleva viviendo desde el fallecimiento de su padre, tiene su punto culmen en la representación.
Hamlet no quiere que haya nada al azar, se preocupa de todos los detalles, incluso da consejos a los actores de los tonos que deben emplear –el propio Shakespeare fue actor, de hecho interpretó al espectro-, escribe el texto con una precisión exquisita, no hay adornos, sólo aquello que necesita probar. Sabe que, si lo que le ha dicho el espectro es cierto, su tío reaccionará. Por el contrario, si este permanece impasible, todo lo que es él mismo, caerá sin remisión –aunque aquí ya sepa que no es exactamente cierto lo que dice el espectro-. Prepara The Mousetrap para poder actuar y llevar el orden a su vida. La actitud durante la representación es la de un hombre inquieto, impaciente… de ahí que se muestre terriblemente eufórico tras constatar que el espíritu tenía razón, o como mantiene Kaurismaki, que haya engañado al más allá con sus actos reprobatorios y clandestinos. Esto se relaciona muy bien con la más absoluta devoción y respeto que muestra tras la aparición de su padre en el cuarto de su madre. Ni siquiera el asesinato de Polonio le perturba, él sigue un plan, el conseguir su fin sean cuales sean las víctimas que caigan en el empeño ya que, pero su padre ha de ser vengado sean cuales sean las circunstancias.
El joven Hamlet combina cierta apariencia de desequilibrio con una brillantez exquisita a la hora de promover y defender los intereses empresariales al no entrar en esas especulaciones de patos de plástico en los que quiere adentrarse su tío. Hamlet mantiene su oportunismo y su ambición en todo momento. No hay duda de que es el más inteligente y sibilino de todos. Su imagen pintando paisajes infantiles es solo una tapadera para que ese comité de dirección nunca sepa cuál será su siguiente paso. El calado irónico de Hamlet contrasta con ese aparente infantilismo mostrado con los dibujos. Las estratégicas discusiones sobre la fabricación de los patos son un brillante pretexto para mostrar la clarividencia y lucidez que muestra Hamlet defendiendo lo que son sus acciones y su poder dentro de la empresa.
El marcado carácter hipertextual de Kaurismaki no agota la trama, no hace perder la autonomía a esa historia que relata. Si alguien no conociese una palabra de Hamlet la película podría seguirse sin complicación alguna dado que es altamente viable en el plano meramente sintáctico, aun viendo mermado su potencial intertextual y su calculada irreverencia.
Resulta fascinante ese punto de maldad que posee Polonio y que le permite jugar con el presente y el aparente futuro. Tiene sus cartas sobre la mesa, cree anticipar jugadas de poder y asentar bases que le den el sustento a él y a su hija. El hecho de conocer las intimidades de ambos antagonistas le sitúa en una posición privilegiada para elaborar sus planes. No importa lo que tenga que jugar y las barreras o personas que haya destruir. Para ello tiene como aliada a su hija, Ofelia. Ella y Laertes son mellizos “tú saliste a mí, hija, tu hermano con la debilidad de tu madre”. Ofelia y su padre fuman un puro cada uno mientras elaboran los planes –muy cercanos a muchos de los personajes que salen semana tras semana en el papel cuché- de boda y separación de un príncipe que viene siendo caprichoso y al que si logra saber manipular podrá conseguir una posición económica brillante. Hamlet en Ofelia no parece buscar algo que vaya más allá del sexo. Kaurismaki lo transforma todo en una sórdida historia de ese matrimonio frustrado matrimonio planificado por ella y su padre. Este Hamlet que siempre va un paso por delante de todos logra engañar a Ofelia, hacerle creer que la quiere para algo más profundo; continúa jugando a ser el enamorado pero eso sí, conociendo los interese de ella. Esas negativas o esos enigmas del príncipe comienzan a interesar a una Ofelia que se sorprende a sí misma buscándole en sus repentinas ausencias.
Uno de los aciertos más importantes de la “falsa adaptación” de Kaurismaki reside en adentrarse en ese submundo psicológico de los personajes. ¿Realmente Polonio no querría ser el padre de una futura reina? Es Ofelia quien sufre una evolución más grande en cuanto a objetivos internos se refiere. Pasa del materialismo emocional y dinerario al amor incondicional. Es una evolución dolorosa para ella que ve cómo su orden y su personalidad establecida van cambiando hacia no conocer unos impulsos que derivarán en un trágico destino voluntario.
No duda Kaurismaki en burlarse un tanto de cierto teatro sobreactuado. Respeta lo que dice el Hamlet de Shakespeare pero es el actor quien le dice que ya nadie interpreta siguiendo esas instrucciones ya arcaicas que le da el príncipe. La bebida es un elemento muy importante y tras la representación de ‘La ratonera’, curiosamente, Hamlet no duda del momento exacto en que debe matar a su tío; pero eso sí, no quiere testigos. No hay turbaciones ni más remordimientos que el de ser descubierto y reclamado por su madre.
La agresividad es una constante y detalles como el lugar –un cubo de la basura- en el que deja a Polonio, lo recrudece pero acaso no es en el original el mismo lugar- donde se lo van a comer las ratas-. Esta agresividad se alterna con la crudeza entre Ofelia y Hamlet. La humillación que ella sufre le vuelven débil y le desconcierta el descubrimiento que sus cartas recibidas por el príncipe son falsas. Acertadamente vemos escribir a Hamlet su poema que dedicada a ella entre risas y mofas. Llama la atención el contraste lírico que evoca Brannagh[7] en la misma escena en su adaptación.
Rosencrantz y Guildestern son convertidos en matones que acuden a cumplir el cometido de asesinar a Hamlet sin mayor demora. La película vuelve a dar un giro y se adentra en el género noir con delicada habilidad, incluida la estupenda banda sonora con tintes jazzísticos. La seguridad de Hamlet en cada una de sus decisiones fortalecen a un personaje que camina con paso firme por toda la llanura de traiciones y de hipócritas. Curiosamente todo –al igual que en el texto original- sucede en un barco; aunque no hay cambios de cartas.
Este viaje de Hamlet tras el asesinato de Polonio consiguen que Ofelia se derrumbe. Ese amor del que no puede huir, sintiéndose engañada –incluso por sí misma- ridícula, sola, vacía…, le hacen refugiarse en barbitúricos para así bañarse y ahogarse en un agua impregnada en pastillas y ausencias corporales.
Es curioso el tema de la edad en Hamlet –da para mucho más que diez tesis-. Realmente parece que al original le falta un buen tramo porque los cambios que ya se enunciaban con anterioridad en el personaje, no tiene fiel reflejo en la edad del prícipe. Comienza siendo estudiante para ir creciendo y madurando hasta llegar a los treinta años. Ninguna adaptación se ha parado a analizar y a indagar en estos cambios. Únicamente la de Brannagh y la de Kaurismaki ofrece flashbacks de infancia, pero solo en Hamlet Goes Businees en la que se justifica casi debidamente la edad del personaje.
El juego de envenenamientos resulta tremendamente jugoso para el espectador. Un pollo envenenado es el que cae por accidente en Gertrudis. Presa de una extraña ansiedad alimenticia y fruto del azar come compulsivamente un muslo que ya se han encargado de envenenar y dejar en la puerta de Hamlet. Todo resulta tan poco atractivo como mordaz. Una vez muerta, el espíritu de su padre y de su madre contemplan a su hijo desolado por cierta tristeza, tomar un cabello de su madre muerta y guardarlo.
La resolución es tan salvaje como irónica. Los flashes en los que se veía a Hamlet humillar a Laertes en su infancia sirven para ver esa condescendencia con la que le sigue tratando. La pelea final no tiene desperdicio y Laertes cae muerto por un televisor incrustado en su cabeza frente a la atenta mirada de un Claudio que falla con sus disparos para morir acribillado por Hamlet. No hay duda de que el príncipe es el fiel reflejo de un estratega que triunfa en su soledad. Evidentemente, en este mundo de traiciones y violencia, el sindicato vigila cada movimiento de Hamlet. El vacío de sentirse vivo y transformarse en todo aquello contra lo que aparentemente luchó –poderoso que puede ocupar la figura de Fortinbras- le convierten en presa fácil para su destrucción.
Hamlet necesita contar su victoria, es posible que todo sea una estratagema de Kaurismaki, un deseo de dar la vuelta a los planteamientos iniciales, pero la realidad es que Hamlet es el verdadero asesino de su padre, es quien –sabiendo los planes de Claudio- acelera la resolución con una dote letal de ese veneno. Necesita llegar al poder y estar limpio. Su conciencia no le duele. Su estrategia parece estar más emparentada a Ricardo III que al Hamlet de Shakespeare. Su forma de relatarlo todo a su chófer –Rol de Horacio- y a la novia de éste –ama de llaves- terminan por condenarlo a un asesinato, que como bien enunció Polonio: “todo queda siempre en el ama de llaves” y en el perro vivo.
Gusto: Salmón
Imagen: una calavera
Olor: tierra mojada
Sonido: el eco del mar
Tacto: el de la mano sobre la piel erizada
IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ
[1] La película es en blanco y negro. Hamlet y Ophelia tiene una relación distante pero ambos se buscan como forma de consuelo. Todas las fuentes de imagen de la película pertenecen a www.artificial-eye.com
[2] “Poner un espejo ante el mundo; mostrarle a la virtud su propia cara, al vicio su imagen propia y a cada época y generación su cuerpo y molde”. Hamlet. Acto III, escena II Vv 22-25
[3] Iván el terrible I
[4] Kierkegard Soren.(2006) O lo uno o lo otro. Un fragmento de vida I
[5] “…he oído que quienes son culpables, ante una representación se han sentido impresionados… hasta el punto que han llegado a proclamar sus delitos” Hamlet.Act II escena 2 Vv 592-595
[6] Polonio y Ofelia. Esta conversación permite apreciar la similitud entre ambos.
[7] Hamlet (1996)
[8] La muerte de Laertes. Un claro e irónico juego cruel.